Aquella atracción de feria se habÃa convertido ya en algo demasiado peligroso. El anciano de cabello blanco habÃa empezado a pensar que no habÃa sido tan buena idea ir a aquel parque de atracciones con su familia, pero lo hizo, por los niños.
Tener que descender desde aquella plataforma elevada hasta la barra de acero colocada más abajo, a la que debÃa agarrarse con una sola mano, quedando colgado cual chimpancé, mientras, en la otra mano, le colocaban un bebé de pocos meses al que debÃa sujetar y proteger...constituÃa una tarea difÃcil e inmerecida.
Ya desde allà podrÃa saltar hasta el suelo, que no debÃa quedar muy lejos, aunque, no alcanzaba a divisarlo. El salto debÃa ser controlado, con un gesto de amortiguación con sus piernas al caer y sin perder el control del bebé.
La mano con la que se sujetaba ya le dolÃa demasiado y se resbalaba. El cosquilleo vertiginoso en su estómago era casi insoportable.
Se dejaba caer al vacÃo.
Imagen: Ohara Koson 1910.